
Una bruja es, según la Real Academia Española en su quinta acepción: “En los cuentos infantiles o relatos folclóricos, mujer vieja, fea y malvada, que tiene poderes mágicos y que, generalmente, puede volar montada en una escoba”. Y una Hechicera, en su segunda acepción “Que practica la hechicería y que por su hermosura, gracias o buenas prendas atrae y cautiva la voluntad y cariño de las gentes”. Parece que solo la diferencia de edad y la belleza fueran las diferencias, pero sigue leyendo que hay mas diferencias entre hechicera y bruja.
En “El Coloquio de los perros” Cervantes nos presenta a la Cañizares, la Montiela y a Circe – brujas, con sus aquelarres y todo- como trasfondo de una historia compleja de relación entre mujeres.
En la novelita se pueden leer, si se afina la vista, líneas de fuga (la condena de la relación entre mujeres o de las medidas contraceptivas) que transcienden con mucho a la visión de la bruja como ser malévolo y huidizo que nos ha llegado, y que aquí vamos a tratar de traspasar.
Brujeria antigua
El universo esotérico brujeril no siempre y en todo momento cayó del lado de lo supersticioso y negativo.
Antes de la Edad Media tardía no existía una separación clara entre pensamiento mágico y racional y, de hecho, la necromancia (magia para controlar a los espíritus demoniacos) se practicaba sobre todo en sedes papales o episcopales.
Curiosamente, cuando la reputación de la magia cayó en desgracia cambió de género y el señor-mago todopoderoso se convirtió en hechicera, aislada de la sociedad y malvista.

Las primeras brujas
Las primeras cazas de brujas se dan a mediados del siglo XV y el fenómeno alcanza las cotas máximas en los siglos XVI y XVII, periodo del que hablaremos sobre todo.
Para el imaginario colectivo la bruja ha quedado como un ser mitológico en la nebulosa de las ficciones tradicionales, para la historia, como una anécdota.
Como bien hace notar Silvia Federici en “Calibán y la hechicera” el contexto histórico de las cazas de brujas coincide con la aparición de la esclavitud, la expulsión de los campesinos de sus tierras, la colonización de América, la aparición de regulaciones que persiguen la mendicidad y, sobre todo, con la proletarización en masa de los trabajadores europeos. Da para pensar ¿verdad?.
¿Donde surje la brujeria?
La brujería siempre y en toda circunstancia fue un fenómeno primordialmente rural, como norma general las brujas son del campo y las hechiceras son de urbe.
Siguiendo a Julio Caro Baroja la hechicería sería un arte más solitario y la brujería un culto comunitario.
Muchos de los tics persecutorios de la caza de brujas responden a la constitución de los estados modernos que, con su anhelo centralista, intentaron imponer criterios unitarios despreciando la cultura popular diversa y local.
El mito de las mujeres capaces de trasladarse (con o sin escoba) a lugares muy distantes vendría a hablar de la represión de la movilidad; en la caracterización del aquelarre se leen las reuniones en el campo (en tiempos de sublevaciones campesinas, a menudo lideradas por mujeres); en la denigración de su nocturnidad los ecos de las nuevas divisiones del tiempo en las nacientes relaciones laborales asalariadas. En la noche era el único tiempo “libre” de tareas domesticas.
Uno de los elementos olvidados hasta ahora, y que con Federici y otros se ha empezado a tratar, es la opresión de las brujas en tanto que son mujeres.
Aunque para la legislación nada debía ver el género, el 80% de las condenadas fueron brujas y no hechiceros (salvo en salvedades como Rusia y Estonia). ¿Casualidad?
Las mujeres que elevaban su voz fueron sometidas y la contracepción demonizada como vía de favorecer la creación de un proletariado urbano, y esto se ve realmente bien en la usual condena clasica de matronas y parteras.
Los delitos de los que se les acusa a estas mujeres que ayudaban en los partos era: hacer que los niños naciesen muertos, provocar esterilidad o abortos espontaneos. A veces también desatar la lascivia, pues se empieza a presentar a la mujer como ser incapaz y debil que puede caer de forma fácil desde el estado virtuoso en el hogar al precipicio de la sexualidad desorganizada sin un hombre a su lado. Muchas de las brujas eran mujeres pobres y solteras o viudas.

La brujería en España
Curiosamente, los países en los que la Inquisición estuvo al frente de la represión de la brujería (España y también Italia) son aquellos en los que no existe un genocidio tan marcado en la fogata como el del resto de Europa. Aunque que es ahora cuando empieza a estudiarse la represión que llevaron a cabo otras autoridades civiles con identico resultado.
La iglesia dispuso el andamiaje ideológico, convirtiendo la brujería en una herejía más, y las instituciones civiles pusieron las piras.
Como dato anecdotico en la villa de Madrid, el quemadero de brujas estaba en lo que el día de hoy es la Glorieta de Bilbao, y quedan en el barrio recuerdos de la Inquisición, como la calle de la Cruz Verde, cuyo nombre evoca su estandarte o la calle del cardenal Cisneros.

Brujas y Hechiceras
Como hemos dicho, la brujería es un fenómeno más bien rural, en frente de la hechicería, más urbana y solitaria.
En las ciudades abundaban hechiceras que todos procuraban y que hacían conjuros, pocimas que todo lo sanaban. Son los primeros pasos de la alquimia. Una mujer farmaceutica es una hechicera que aprendió ciencia.
Las brujas, en la campiña, se reunian en grupos dando lugar a los aquelarres, en donde la imaginación desatada de los hombres las imaginaban realizando todo tipo de actos carnales. Sus conocimientos sobre plantas, ciclos y maternidad podrian parecer magia.
Y tú que eres ¿bruja o hechicera?
