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Jurate y Kastytis Leyenda del Ambar

Jurate y kastytis

En lo más profundo del Mar Báltico, cerca de lo que ahora es  Lituania, vivía Jurate, diosa del mar, en un palacio hecho completamente de ámbar dorado y amarillo. ¿Quieres saber como terminó esta diosa del ámbar sus dias? Adéntrate en una de las leyendas más bonitas del pueblo Lituano: La diosa Jūratė y Kastytis.

La diosa Jurate reinaba sobre el ancho y azulado mar y sobre toda la vida marina. En su vasto reino, la tranquilidad solo era rota por los incesantes pescadores.

Siempre que podía, la reina del mar báltico enviaba a sus sirenas a romper sus malditas redes y trampas, o si estaba enfadada sacudía el mar con su melena para que las olas acabaran con aquellos barcos repletos de odiosos y sucios humanos.

Kastytis, el pescador

Una tarde, una de sus sirenas le habló con cierto respeto de un joven pescador llamado Kastytis que continuamente perturbaba la paz del reino al capturar grandes cantidades de peces o moluscos con suma habilidad. La sirena le contó que el pescador no tenia otro medio para subsistir y aunque no ganaba mucho, lo repartía entre otros pescadores menos afortunados.

Con mucho detalle contó al oído de la diosa ámbar como intentaron seducirle sin éxito varias de sus hermanas sirenas o como los tritones habían intentado intimidarle con igual resultado. Al oír tales comentarios, con mezcla de odio y curiosidad, la diosa decidió ir personalmente a conocer a ese humano que tanto había impresionado a la ondina.

La reina del mar Jurate nadó durante días y cerca de Šventoji, al norte de Palanga, muy de mañana, divisó al pescador nadando cerca de la orilla. Se zambullía una y otra vez en busca de mejillones. Al fijarse con detalle en el humano, se dio cuenta que la sirena no le había advertido que Kastytis era muy atractivo.

El Sol estaba casi en la mitad del cielo cuando el pescador dio por acabada su faena y con un buen saco de mejillones y ostras se adentró en el puerto. Jurate le siguió a cierta distancia, transformada en humana y mezclada con el bullicio de la gente que había ido a comprar pescado fresco. 

La diosa no entendía como los humanos podían comerse aquellos animales que, pocas horas antes, estaban nadando libres en el mar abierto. Su curiosidad pudo mas que su asco y se aproximó al pescador. Iba de puesto en puesto, cantando y repartiendo el preciado contenido del saco, las sonrisas se  multiplicaban por donde él pasaba. Al caer la tarde, la diosa se había enamorado irremediablemente de Kastytis. Entendía el afán del pescador, no pescaba solo para él, pescaba por y para los que no podían.

El encuentro entre Jurate y Kastytis

A la mañana siguiente, Jurate volvió a ver al humano en la orilla y no se  escondió. Se presentó escoltada por dos sirenas y prometió al pescador un futuro sin penurias para la gente de su pueblo, le  prometió cofres repletos de riquezas marinas si accedía a ir a su palacio marino. Kastytis, que adoraba desde pequeño a la Diosa Jurate, sabia que era ella quién protegía el mar, accedió sin pensárselo.

Jurate dotó a Kastytis de agallas para respirar bajo la superficie de mar y se lo llevó a su maravilloso palacio ambarino donde compartieron días y noches, disfrutando de su mutua compañía y del amor sincero que se  profesaban.

La diosa del ámbar no tuvo en cuenta que el resto de los dioses no veían con buenos ojos aquella unión. Una diosa no podía ni debía enamorarse de un pobre humano mortal.

Desafortunadamente, su felicidad fue interrumpida muy pronto. Perkunas, dios del trueno y regente del cielo, cuando supo que la diosa se permitía una terrible libertad sitió celos del humano y una terrible ira se apropió de su corazón. Y decidió que ningún dios podía tener una relación autentica con un simple mortal, aquello era imperdonable.

Nada es eterno

Perkunas hizo aparecer sobre el palacio de Jurate un terrible tornado, tan poderoso que apartó las aguas y dejó el tejado al descubierto. Con un rayo deslumbrante, destruyó el castillo dorado de la diosa del mar de manera inmisericorde.

No contento con derrumbar hasta la ultima piedra de ámbar del el castillo, miró al pescador Kastytis despiadadamente y las agallas que adornaban su cuello desaparecieron.

Cuando el humano dio su primera bocanada de aire, Perkūnas miró desafiante a Jurate e hizo que las aguas inundaran las ruinas del palacio, quedando de nuevo sumergido.

Jurate vio como su amado se ahogaba, no podía respirar. En un instante terrible tuvo que decidir entre vengarse del dios de los cielos o su amor por el pescador.

Y la diosa del ámbar escogió el amor.

Con velocidad, atrapó con sus manos a pescador Kastytis que se ahogaba en mitad del lecho marino y huyó lejos, a otras tierras, lejos del mar, donde ambos pudieron esconderse y seguir siendo felices, siendo los dos… humanos mortales.


La gente del lugar dice que cuando hay una fuerte tormenta en el Mar Báltico es que Perkunas sigue buscado a Jurate bajo las ruinas del castillo ambarino.

Las revueltas y oscuras olas de este mar llevan hasta la orilla pedazos del palacio dorado que fue testigo del amor de una diosa por un mortal y le costó su divinidad.

Esta ha sido la Leyenda del Ámbar y la historia de amor de Jurate Y Kastytis

yurate kastitis fuente
Fuente en Palanga (Lituania) en honor de Jurate y Kastytis